Momentos antes del fin

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miércoles, 27 de enero de 2010

. Los falsos nuevos profetas

4. Los falsos nuevos profetas


Según el Diccionario Bíblico, los falsos profetas, además de los que hablan en nombre de un dios falso (Dt.

18: 20; 1 R. 18: 19; Jer. 2: 8; 23: 13), son los que engañan invocando el nombre de Jehová (Jer. 23: 16-32).

Estos últimos son de tres clases

1º- Impostores, conscientes de su engaño; seducidos por su deseo de ser objeto de la consideración dada a

los verdaderos profetas, y que son populares a causa de sus palabras que muchos gustan oír (1 R. 22: 5-

28; Ez. 13: 17, 19; Mi. 3: 11; Zac. 13: 4)

2º- También entre ellos, están todos aquellos que son de hecho satanistas o similares que han entrado

encubiertamente en la iglesias y en sus organizaciones y ministerios. Hay más de ellos; muchos más de lo

que nuestra mente pueda llegar a aceptar, y están perfectamente organizados piramidalmente, ocupando

muchos lugares de preeminencia ministerial, sobretodo en el neopentecostalismo actual. Nadie puede darse

cuenta de lo que en realidad son, a no ser que el Espíritu Santo los delate. Tienen a su disposición miles de

demonios especializados en hacerles ver ante los demás como verdaderos siervos y siervas de Dios.

3º- Personas sinceras e incluso piadosas, fundándose en ocasiones sobre la Ley, pero persuadiéndose a sí

mismas de haber sido llamadas por Dios al ministerio profético, cuando no es así. A pesar de su sinceridad,

son falsos guías.

Bien, tal como ocurrió en el Antiguo Testamento, está ocurriendo hoy en día. En estos tiempos, no obstante,

abundan más que nunca los falsos profetas. Pensemos, que el pretender recibir nuevos mensajes de Dios,

nos llevará a darle más valor a los mismos y dejar la Biblia en un segundo plano, y este es un gran peligro

que se corre, sobretodo cuando se adjudica a los profetas y profetisas, o pretendientes a serlo, un peso

superior al que deberían, según enseñan las Escrituras.


Según el Diccionario Bíblico, los falsos profetas, además de los que hablan en nombre de un dios falso (Dt.

18: 20; 1 R. 18: 19; Jer. 2: 8; 23: 13), son los que engañan invocando el nombre de Jehová (Jer. 23: 16-32).

Estos últimos son de tres clases

1º- Impostores, conscientes de su engaño; seducidos por su deseo de ser objeto de la consideración dada a

los verdaderos profetas, y que son populares a causa de sus palabras que muchos gustan oír (1 R. 22: 5-

28; Ez. 13: 17, 19; Mi. 3: 11; Zac. 13: 4)

2º- También entre ellos, están todos aquellos que son de hecho satanistas o similares que han entrado

encubiertamente en la iglesias y en sus organizaciones y ministerios. Hay más de ellos; muchos más de lo

que nuestra mente pueda llegar a aceptar, y están perfectamente organizados piramidalmente, ocupando

muchos lugares de preeminencia ministerial, sobretodo en el neopentecostalismo actual. Nadie puede darse

cuenta de lo que en realidad son, a no ser que el Espíritu Santo los delate. Tienen a su disposición miles de

demonios especializados en hacerles ver ante los demás como verdaderos siervos y siervas de Dios.

3º- Personas sinceras e incluso piadosas, fundándose en ocasiones sobre la Ley, pero persuadiéndose a sí

mismas de haber sido llamadas por Dios al ministerio profético, cuando no es así. A pesar de su sinceridad,

son falsos guías.

Bien, tal como ocurrió en el Antiguo Testamento, está ocurriendo hoy en día. En estos tiempos, no obstante,

abundan más que nunca los falsos profetas. Pensemos, que el pretender recibir nuevos mensajes de Dios,

nos llevará a darle más valor a los mismos y dejar la Biblia en un segundo plano, y este es un gran peligro

que se corre, sobretodo cuando se adjudica a los profetas y profetisas, o pretendientes a serlo, un peso

superior al que deberían, según enseñan las Escrituras.

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