El sionismo es un movimiento político internacional que propugnó desde sus inicios el restablecimiento de una patria para el pueblo judío en la Tierra de Israel, («Eretz Israel»).[1] Dicho movimiento fue el promotor y responsable en gran medida de la fundación del moderno Estado de Israel.
Aunque sus orígenes son anteriores, el movimiento político laico actual fue establecido oficialmente por el periodista austro-húngaro Theodor Herzl a fines del siglo XIX. El movimiento tiene como objetivo fomentar la migración judía a la Tierra Prometida y fue exitoso en el establecimiento del Estado de Israel en 1948, siendo actualmente el único Estado judío del mundo. El sionismo constituye una rama del fenómeno más amplio del nacionalismo moderno.[2] [3] Descrito como un "nacionalismo en la diáspora",[4] el sionismo se autodefine como un movimiento de liberación nacional,[5] cuyo objetivo es la libre determinación del pueblo judío.
El término sionismo deriva de la palabra Sion (del hebreo: ציון, uno de los nombres bíblicos de Jerusalén). Este nombre se refiere inicialmente al Monte Sión, una montaña cerca de Jerusalén, y a la fortaleza de Sion en la misma. Más tarde, durante el reinado del Rey David, el término "Sion" se convirtió en una sinécdoque para referirse a toda la ciudad de Jerusalén y a la Tierra de Israel. En muchos versículos bíblicos, los israelitas fueron llamados el pueblo, hijos o hijas de Sión.
"Sionismo" fue acuñado como término por el editor austriaco de origen judío Nathan Birnbaum, fundador del movimiento estudiantil judío Kadima, en su diario Selbstemanzipation (Autoemancipación) en 1890. Algunos individuos y grupos utilizan el término "sionismo" peyorativamente para justificar los ataques contra los judíos. Según los historiadores Walter Laqueur, Howard Sachar y Jack Fischel, entre otros, la etiqueta de "sionista" también se usa como un eufemismo para los judíos, en general, por apologistas por el
Historia
Desde el Siglo I E.C. los judíos han vivido en el exilio, si bien ha habido una constante presencia de judíos en la Tierra de Israel («Eretz Israel»). De acuerdo con el judaísmo, la Tierra de Israel o Sión, es la Tierra Prometida por Dios para los judíos según la Biblia. Tras la Rebelión de Bar Kojba (132–135 EC), los judíos fueron expulsados de la Tierra de Israel para formar la Diáspora judía. Durante siglos existió entre los judíos de la Diáspora una gran nostalgia de origen religioso de retornar a la patria histórica del pueblo judío –«el año próximo, en Jerusalén...»– que, a mediados del siglo XIX, comenzó a secularizarse al entrar en contacto con las grandes corrientes ideológicas europeas de la época (liberalismo, socialismo, nacionalismo...).
El nacimiento del sionismo está ligado a la eclosión de los nacionalismos en el siglo XIX europeo, que tuvieron como bandera común la idea «un pueblo, un Estado» y que está en el origen del concepto de Estado-nación. Al calor de esa idea se formaron distintos Estados europeos, surgidos del desmembramiento de los imperios o bien a través de la unificación de Estados con similar cultura y lengua (como Italia y Alemania). Paralelamente a ese desarrollo nacionalista, atravesándolo en muchas ocasiones, se desarrolló el moderno antisemitismo.
El sionismo sostenía que los judíos eran primordialmente un grupo nacional (como los polacos o los alemanes) y no un grupo religioso (como los musulmanes o los católicos) y que, como tal, tenía derecho a crear su propio Estado en su territorio histórico. La formulación clásica de la idea es la que hizo Theodor Herzl en su opúsculo Der Judenstaat (El Estado Judío, publicado en Berlín y Viena en 1896), que tiene como precedentes doctrinales la obra de Moses Hess Roma y Jerusalén (1860) y la del médico judío ruso Leo Pinsker Autoemancipación (1882), que contiene ya la consigna «Ayudaos, que Dios os ayudará». El sionismo se puso como objetivo primario la creación de un Estado judío moderno, considerando que con ello devolvía al pueblo judío su estatus de nación y pondría fin a dos milenios de vida en el exilio. Ante las grandes dificultades a las que se enfrentaron los judíos para establecerse en la antigua Tierra de Israel, se barajaron algunas alternativas temporales, sin intención de establecer un estado nacional, solo como refugio ante la ola de pogromos y persecuciones en la Rusia zarista, como la Argentina — en la que se crearon numerosas colonias de inmigrantes judíos europeos—, y aun en una porción del África Oriental Británica (el conocido como «proyecto Uganda», en la actual Kenia), ofrecida por el gobierno de Londres; éstas fueron estudiadas (el propio Herzl estudia en su obra las ventajas comparativas de Argentina y Palestina)[7] y finalmente rechazadas por la dirigencia sionista, y se prefirió el establecimiento del futuro Estado en Palestina, una región en manos del Imperio Turco y que no se correspondía a ninguna división administrativa, por lo que sus límites no estaban establecidos. En paralelo a estas ideas, se fueron produciendo sucesivas oleadas migratorias (llamadas Aliyá) de muchos jóvenes obreros y estudiantes, que escapaban en su mayoría del antisemita ambiente ruso y dispuestos a levantar la antigua patria judía en base a dos ejes: el trabajo agrícola y la resurrección de la lengua hebrea, que dejó de hablarse alrededor del siglo I a. C., aunque siguió utilizándose en la literatura y, sobre todo, en la liturgia y con propósitos académicos.
Demografía de Palestina[8] año judíos no judíos
1800 6,700 268,000
1880 24,000 525,000
1915 87,500 590,000
1931 174,000 837,000
1947 630,000 1,310,000
La inmigración judía a Eretz Israel se inició en 1882. La denominada Primera Aliyá vio la llegada de alrededor de 35.000 judíos en el término de unos veinte años. La mayoría de los inmigrantes procedían de Rusia, donde el antisemitismo era rampante. Ellos fundaron una serie de asentamientos agrícolas con el apoyo financiero de filántropos judíos de Europa occidental. La Segunda Aliyá comenzó en 1904. Otras Aliyot, con cada vez más inmigrantes, se sucedieron entre las dos guerras mundiales, impulsadas en la década de 1930 por la persecución nazi. Actualmente siguen llegando inmigrantes a Israel, en los últimos años especialmente desde la antigua Unión Soviética.
La Declaración Balfour de 1917 apoyó la creación de una Patria Judía en el Mandato Británico de Palestina. En 1922, la Sociedad de Naciones hizo suya la declaración formulada en el mandato que dio a Gran Bretaña:
El Mandatario (…) garantizará el establecimiento del Hogar Nacional Judío, tal como se establece en el preámbulo, así como el desarrollo de instituciones autónomas, y también la salvaguardia de los derechos civiles y religiosos de todos los habitantes de Palestina, independientemente de su raza y de religión.[9]
A lo largo del siglo XX el sionismo fue ganando adeptos gradualmente, y después del Holocausto se transformó en el movimiento predominante dentro del mundo judío. Por otra parte, la aparición de un proyecto de nación territorializada inicialmente similar, puesto en marcha desde 1928 por el régimen soviético, la República Autónoma Hebrea, que devino en fracaso a mediados de la década de 1930, resultó no presentar el suficiente atractivo como para provocar una emigración masiva o estable.
El proyecto de una nueva Israel en Palestina fructificó por varios factores:
A pesar del paso de los siglos, los judíos nunca dejaron de añorar la vuelta a Jerusalén, anhelo reflejado en el deseo expresado en muchas festividades judías, Leshaná Haba'á Birushalayim («el año próximo, en Jerusalén»), o en la milenaria costumbre de romper una copa en cada casamiento judío, rememorando la destrucción del Templo de Jerusalén y la consecuente dispersión. La idea recobró cierta popularidad a finales del siglo XIX, siendo el componente emocional del naciente sionismo. Se necesitaba mano de obra y gran cantidad de dinero, los proyectos de Uganda o Argentina no resultaban tan atractivos. Los terrenos comprados a los terratenientes turcos eran pedregales, lodazales, pantanos y se necesitaba una gran transformación. Para principios del siglo XX, el 6 por ciento de las tierras de Eretz Israel eran de los judíos.[10]
Pequeñas comunidades de judíos llevaban siglos habitando la zona. Como por ejemplo, en Safed la comunidad cabalística de donde surgió Isaac Luria, formada principalmente por sefardíes expulsados en 1492 que fueron acogidos por el Imperio otomano, pero ya antes Saladino reclamó la entrada de judíos cuando decidió reconstruir Jerusalén, se habla de una familia que jamás abandonó la ciudad.
El Caso Dreyfus, que afectó negativamente a las esperanzas de igualdad de derechos y oportunidades que el Iluminismo había despertado en la comunidad judía europea.
La simpatía de los terratenientes turcos, que encontraron en el dinero y empuje judío una forma de levantar una zona que consideraban yerma;[cita requerida], opinión que duró hasta principios de los años 30 en los que el Mufti de Jerusalén empezó a expresar su talante filonazi (estuvo viviendo en Alemania, fue amigo personal de varios de los jerarcas nazis, lideró a los musulmanes bosnios filonazis que arrasaron la zona y huyó antes de ser detenido para ser juzgado).
La situación de los judíos en la Europa Oriental. En la Rusia zarista pasaban a un Zar fanáticamente antisemita, lo que acarreaba una legislación fuertemente restrictiva. Se llegó al secuestro de los niños judíos antes de que cumplieran los trece años para su entrada en un programa de rusificación, niños de hasta ocho años que no volvían a ver a sus padres hasta cumplir los 40, cuando acababa su servicio militar obligatorio. O los ataques continuos a las aldeas rusas, las prohibiciones de entrada en ciertas ciudades principales, la falta de libertad de movimiento... Eso hizo que el sionismo calara hondo en la sociedad judía de la época.
El progresivo avance de los fascismos, que fue acompañado con un recorte de ciertas libertades recién logradas y la reaparición de viejas restricciones.
TOMADO DE WIKIPEDIA
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