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miércoles, 18 de mayo de 2011

El Milenario

Capítulo Nueve

El Milenario

Respecto a este evento el profeta dice: "Mas los otros muertos no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos mil años...Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; se segunda muerte no tiene potestad en éstos; antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años" (Apocalipsis 20: 5 pp., 6).
La intervención divina que tuvo lugar al final del tiempo de angustia para liberar al pueblo, produjo una total destrucción en la tierra. Los montes fueron movidos como una caña al soplo del viento y las rocas quebrantadas quedaron esparcidas por todos lados. La tierra se hinchó como las olas del mar, su superficie se rajó, cordilleras se hundieron, los puertos fueron tragados por enfurecidas olas e islas habitadas desaparecieron. Las ciudades quedaron destruídas y las grandes mansiones están en ruinas. La tierra ha quedado desolada, los impíos han sido borrados de su superficie. Permanecerán muertos hasta el fin de los mil años cuando resucitarán en la segunda resurrección.
Entonces se cumple lo dicho por el profeta: "Y vi un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo y una grande cadena en su mano. Y prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y le ató por mil años; Y arrojolo al abismo, y le encerró y selló sobre él, porque no engañe más a las naciones, hasta que mil años sean cumplidos: y después de esto es necesario que sea desatado un poco de tiempo" (Apocalipsis 20:1-3). Al respecto Elena de White dice: "Según se desprende de otros pasajes bíblicos, es de toda evidencia que la expresión ´abismo´ se refiere a la tierra en // estado de confusión y tinieblas." (CS, 717) El planeta tierra en total ruina se constituye en una prisión para Satanás y sus ángeles. Están fuera de circulación, pues no tienen a quien engañar, ni sobre quienes actuar. El círculo de acción les ha sido reducido de manera absoluta. "Durante mil años, Satanás andará errante de un lado para otro en la tierra desolada, considerando los resultados de su rebelión contra la ley de Dios. Todo este tiempo, padece intensamente. Desde su caída, su vida de actividad continua sofocó en él la reflexión; pero ahora, despojado de su poder, no puede menos que contemplar el papel que desempeñó desde que se rebeló por primera vez contra el gobierno del cielo, mientras que tembloroso y aterrorizado, espera el terrible porvenir en que habrá de expiar todo el mal que ha hecho y ser castigado por los pecados que ha hecho cometer" (CS; 718).
Entre las ceremonias del santuario israelita, una de las más solemnes era el día de la expiación. Cuando terminaba el calendario religioso y el pueblo se reconciliaba con Dios. Era una ocasión de juicio que tipificaba el juicio investigador realizado por Jesús en el santuario celestial. Al final del día de la expiación, después que el sumo sacerdote se retiraba del santuario tras concluir su obra intercesora, ponía sus manos, confesando los pecados del pueblo, sobre un macho cabrío que después era llevado vivo para ser abandonado en el desierto. Esta era una profecía de los acontecimientos del fin. "Cuando el servicio de propiciación haya terminado en el santuario celestial, entonces, en presencia de Dios y de los santos ángeles y de las huestes de los redimidos, los pecados del pueblo de Dios serán puestos sobre Satanás; se le declarará culpable de todo el mal que les ha hecho cometer. Y así como el macho cabrío emisario era despachado a un lugar desierto, así también Satanás será desterrado en la tierra desolada, sin habitantes y convertida en un desierto horroroso" (CS, 716) La sangre de Jesucristo, como la del macho cabrío de la expiación lo simbolizaba, ha servido para purificar al pueblo librándole de su culpa. Su muerte en la cruz ha ofrecido la oportunidad para que el pecador sea liberado de su culpa; por la fe en su sangre el pecado a sido transferido del pecador al santuario celestial y allí mediante el juicio investigador Jesús ha presentado su sacrificio expiatorio como fundamento para perdonar el pecado. El hecho de que en el santuario terrenal, el sacerdote enviara al macho cabrío al desierto no hace de este animal el expiador del pecado del pueblo. Debe recordarse que "sin derramamiento de sangre no hay remisión" (Hebreos 9: 22 up). Este macho cabrío de azazel no es sacrificado, sino enviado al desierto donde probablemente moría. Aunque en efecto no se puede afirmar que fuese así siempre. De manera que es evidente el hecho de que el destierro del animal no lo hacia expiador de los pecados del pueblo. Se constituye pues en una representación apropiada del destino que Dios ha dispuesto para el pecado y para el gran gestor del pecado, durante el milenario.
Durante este periodo de mil años, Adán reunido con una multitud de los redimidos de su familia se encuentran en el paraíso de Dios. "Ahora contemplan el cumplimiento de la obra de la redención y unen su voces al cántico de alabanza" (CS, 706). Al fin han entrado por las puertas de perla de la ciudad, para contemplar el paraíso de Dios, el hogar de Adán en su inocencia. Se ha cumplido la oración que Jesús elevó por sus discípulos al Padre: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo." (Juan 17:24).
"Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la segunda, se verificará el juicio de los impíos" (CS, 718) Al respecto el apóstol dice: " Vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio...y reinaron con Cristo mil años" (Apocalipsis 20:4). Se les dará poder a los redimidos para para juzgar. Tendrán la oportunidad de juzgar a los impíos, "comparando sus actos con el libro de la ley, la Biblia, y fallando cada caso en conformidad con los actos que cometieron por medio de su cuerpo. Entonces lo que los malos tienen que sufrir es medido según sus obras, y queda anotado frente a sus nombres en el libro de la muerte" (CS, 719). Desde que se inició la gran rebelión, los motivos y propósitos del gobierno de Dios fueron cuestionados por el enemigo. El carácter de amor de Dios fue cuestionado. Por miles de años, Dios permitió que el pecado diese evidencias de sus verdaderos resultados y ahora también permite que los que han de vivir por la eternidad tengan la oportunidad de verificar la justicia y rectitud de los actos de Dios. Antes que termine la historia del gran conflicto, el carácter de Dios será vindicado y todos los seres creados en el cielo y en la tierra, incluyendo los que serán condenados a muerte eterna, declararán: "¡Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos!" (Apocalipsis 15:3). "La sabiduría de Dios, su justicia y su bondad quedan por completo reivindicadas. Queda también comprobado que todos sus actos en el gran conflicto fueron ejecutados de acuerdo con el bien eterno de su pueblo y el bien de todos los mundos que creó" (CS, 729).
Así transcurre un período de mil años para el pueblo de Dios en el cielo. Dios otorga a los redimidos la oportunidad para resolver sus interrogantes, algunas de las cuales les acompañaron a lo largo de la vida de cada uno en la tierra. Cosas que hoy no comprendemos las entenderemos en esa ocasión. "Ahora vemos por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara a cara ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido" (1 de Corintios 13:12).
Continúa en el capítulo diez


Dr. Tevni Grajales G.
Universidad de Montemorelos
Montemorelos N.L., México; Febrero 16, 1999

domingo, 15 de mayo de 2011

El tiempo de angustia

El tiempo de angustia


"En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será librado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro" (Daniel 12:1).
El tiempo de angustia se inicia después que el tiempo de gracia ha concluido; ya no morirá ningún miembro del pueblo de Dios. Cuando el primer mártir del cristianismo, Esteban, fue lapidado "los testigos pusieron sus vestidos a los pies de una mancebo que se llamaba Saulo" (Hechos 7: 58). El que una vez persiguió a la Iglesia y aprobó la muerte de Esteban, llegó a ser un gran apóstol del Señor. Así ha sido a través del tiempo, los mártires de Dios, con su muerte, testifican para que otros se unan al pueblo de Dios. Pero la muerte de un hijo de Dios después de terminada la gracia, no tiene ningún sentido; sería mas bien una derrota.
Al iniciar el tiempo de angustia de Jacob, la imagen de la bestia ha hablado y Dios ha hablado por medio del fuerte clamor, de modo que el mundo está divido en dos grupos: uno que lleva el sello de Dios y el otro que lleva la marca de la bestia.
Respecto a esta etapa del conflicto, Elena de White escribió lo que aparece en el capítulo 40 del libro Conflicto de los Siglos. A continuación un breve resumen.
Miguel, quien es Jesús el intercesor, deja de realizar su obra salvadora. Así concluye la oportunidad de misericordia. El mensaje del tercer ángel también concluye como fuerte pregón. Un ángel que sube de la tierra, testifica en los recintos celestiales que los fieles de Dios han sido sellados, mientras que Cristo, levanta sus manos y exclama: "Hecho es".
Al mismo tiempo los ángeles depositan sus coronas y se escuchan las palabras "El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía" (Apocalipsis 22:11).
Cristo abandona el santuario celestial al tiempo que las tinieblas cubren la tierra y los humanos tienen que "vivir sin intercesor a la vista del Santo Dios", pero llenos del Espíritu por la lluvia tardía. Todo control y freno es quitado a Satanás. El Espíritu de Dios deja de obrar en favor de los impíos. El mundo queda desamparado y se ven escenas más espantosas que las que se vivieron en ocasión de la destrucción de Jerusalén. La tierra será visitada por ángeles destructores los cuales obran con el permiso de Dios. La naturaleza parece rebelarse y los hombres se enfrascan en luchas sangrientas, culpándose al pueblo de Dios como causante de estas desgracias.

Las grandes multitudes religiosas pensarán estar llamadas a mantener el prestigio de Dios y de la verdad, y mostrarán un falso celo por Dios. Pero en verdad es un celo satánico con el cual el príncipe del mal les inspira para que cumplan sus designios. En esta situación, los incrédulos no se darán cuenta de que Dios ha retirado su presencia de ellos y vivirán una experiencia similar a la de los judíos a principios de la era cristiana.
El sábado entonces llega a ser un punto especial de controversia y los que lo guardan, serán objeto de execración universal. Se les considerará como un peligro nacional (en Estado Unidos) y se usará el argumento de Caifás en su contra (Ver Juan 11: 49,50). Los incrédulos llegan a la conclusión de que es preferible que mueran los que guardan el sábado, de modo que se da un decreto con orden de muerte a los sabatistas, dando derecho a cualquiera para matarlos. Es necesario huir de las pequeñas ciudades a los montes. "En el tiempo de angustia, huímos todos de las ciudades y los pueblos, pero los malvados nos seguían y entraban a cuchillo en las casas de los santos; pero al levantar la espada para matarnos, se quebraba ésta y caía tan inútil como una brizna de paja" (PE, 34).
"Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz. Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros. Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado" (Jeremías 30 : 5-7).
La revelación compara esta experiencia del pueblo de Dios , con la que Jacob tuvo la noche antes de su encuentro con su hermano. Fue una noche de angustia pues le agobiada y desesperaba el temor que sentía ante la ira fratricida de Esaú. Reconocía que solo Dios podía librarlo de tal peligro, pero al mismo tiempo se angustiaba porque reconocía que sus pecados podían excluirlo del cuidado divino. Jacob era consciente de su total incapacidad para manejar la situación, lo único que lo sostenía eran las promesas de misericordia de parte de un Dios que cumple su pacto. Cuando el patriarca descubrió que el extraño con quien luchó durante la noche era el Ángel de Jehová, se aferró desesperadamente buscando la bendición.
De la manera como Satanás reclamaba para sí el derecho sobre la vida de Jacob, apoyado en los pecados que le había hecho cometer, Satanás, durante el tiempo de angustia, reclamará su derecho sobre los fieles para entregarlos a la muerte. Pero el temor de ese pueblo no resulta del temor a la muerte, sino que es el temor de no haberse arrepentido por algún pecado y recibido su perdón. Temor de que esto impida el cumplimiento de la promesa del Salvador. Se reprocharán a sí mismos por sus faltas y no cesarán de orar, se aferrarán a Dios exhalando el grito: ‘no te soltaré hasta que me hayas bendecido’.
No podrán recordar pecado alguno que no hayan confesado en el momento oportuno. Aprovecharon las oportunidades ofrecidas durante el tiempo de gracia y aunque pecadores, se han refugiado oportunamente en los méritos de un Salvador poderoso. Así que "entre tanto que se dice: si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones" (Hebreos 3:15).
Satanás por su parte habrá puesto en marcha todas sus estrategias para confundir a las gentes, para destruir al pueblo de Dios y para conservar al pueblo engañado. A medida que el tiempo se acaba, la ira de Satanás aumenta. En su esfuerzo por sostener la vigencia de un falso día de reposo tratará de hacerse pasar por Cristo, pero no se le dará licencia para imitar la venida de Jesús.
Los creyentes estarán desprotegidos de las leyes y garantías del estado, unos en las montañas, otros en calabozos, "abandonados" por la humanidad, pero siempre en la compañía de santos ángeles que les darán consuelo. Sus prisiones se tornarán en palacios, y los errantes tendrán compañía.
La hora ha llegado cuando aparentemente Satanás está a punto de destruir al pueblo de Dios. La batalla está en su clímax y Dios interviene derramando las primeras plagas, las cuales aunque no siendo de carácter universal, son derramadas sin misericordia sobre el mundo rebelde. Muchos clamarán a Dios pero no recibirán la protección que una vez rechazaron. Tendrán hambre de la palabra de Dios pero no habrá quien les predique.
Pero el pueblo de Dios no será abandonado para perecer. Aunque enfrentando la grave angustia de Jacob. Los ángeles les observan con ternura y simpatía, saben que están bebiendo de la copa y siendo bautizados con el bautismo.
Se determina una fecha para destruir a los guardadores del sábado. Algunos enemigos se anticipan y procuran destruirlos. Sus espadas se tornan en paja y los ángeles defienden a los fieles. Es una de las últimas oportunidades para que los ángeles ministren al pueblo que por tantos años han ayudado y servido durante este gran conflicto.
Las postreras plagas
Respecto a las plagas que serán derramadas después que Cristo deje de interceder en el Santuario se nos dice que son:
La primera: una especie de tumor o úlcera que caerá como una peste sobre los que tengan la marca de la bestia.
La segunda: se presenta cuando el mar se convierte en sangre y muere todo ser viviente en él.
La tercera: es similar a la segunda y se manifiesta en los ríos y las fuentes de aguas como una manifestación divina contra los impenitentes que han perseguido a los santos y derramado su sangre.
La cuarta: el sol aumenta su efecto sobre el planeta y quema a los seres humanos.
La quinta: es contra el trono de la bestia y hace que los malos se muerdan la lengua de dolor.
La sexta: ha sido objeto de diversas explicaciones, cosa que no pretendemos resolver en este libro pues supera los límites establecidos para este trabajo. Hay quienes ven en esta plaga una descripción breve de lo que ha sido la lucha del pueblo de Dios al prepararse para el conflicto final que culmina con la derrota de los enemigos de Dios. Es un antecedente al día de la manifestación gloriosa que se describe en las siguiente plaga. (Le invito a considerar una interpretación que puede tener un significado espiritual muy valioso y que está presentada en el Anexo A de este libro).
La séptima: se refiere a la intervención directa de Dios en los asuntos humanos para poner fin a la Gran Babilonia y dar lugar a la gran restauración final. Esto constituye el material que se presenta en los siguientes capítulos.
Continúa en el capítulo ocho

Dr. Tevni Grajales G.
Universidad de Montemorelos
Montemorelos N.L., México; Febrero 16, 1999