En el mensaje: La profecía bíblica – una prueba de Dios, veníamos viendo a Jesús como Profeta, y que las palabras y afirmaciones de Jesús se cumplirán en un cien por ciento, porque son eternas, y además son espíritu y vida. Para dar peso a sus promesas y demostrar, por ejemplo, que él es capaz de dar vida aún más allá de la tumba, Jesús resucitó a Lázaro, a la hija de Jairo y, también, al hijo de la viuda de Naín. La gente vio, entonces, que:
Esto era la: Profecía cumplida, como prueba de la credibilidad y del poder de Jesús
En el evangelio de Juan, el Señor Jesús subraya dos veces la credibilidad de sus palabras y sus hechos, con profecías que realmente se cumplieron, que pudieron presenciarse y observarse: En el cap. 13, vers. 19 leemos: “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy”. Y en el cap. 14, vs. 29: “… ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis”.
Veamos ahora cómo anunció: La crucifixión. Jesús anunció e ilustró muy concretamente la forma de su muerte con un acontecimiento del Antiguo Testamento (que se encuentra en Números 21, vers. 4 al 9): Así como Moisés, siguiendo el mandato del Señor para salvación de los israelitas mordidos por las serpientes venenosas, levantó una serpiente de bronce bien visible sobre una asta (“… y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía”, como dice el versículo 9), así también el Hijo del hombre iba a ser físicamente elevado para señal y para salvación (según sus propias palabras de Juan 3:14 y 15). Esto sucedió a pesar de que Jesús, según el derecho romano, no podría haber sido crucificado, lo que Pilato aseguró un par de veces durante su interrogatorio. Pero, aún así, Jesús fue condenado a muerte y levantado en la cruz para ser exhibido. ¡La Palabra de Dios siempre debe cumplirse!
Hablemos ahora de la profecía de: La destrucción del templo y de Jerusalén.
Jesús horrorizó a sus discípulos cuando anunció la destrucción del templo (lo vemos en Mateo 24:1 y 2), el cual el rey Herodes había mandado a reconstruir y mejorar durante años. A pesar de que cuarenta años más tarde, durante la conquista de Jerusalén, el general romano Tito ordenó expresamente a sus soldados no tocar el templo, y mucho menos destruirlo, en el año 70 d.C. se cumplió justamente aquello que Jesús había anunciado (también en Lucas 19:41 al 44; y 21:24). Fue el juicio divino por el rechazo del Mesías encarnado. Pero, para nosotros ¡todo esto ya es historia! ¿Reconocemos aquí el cumplimiento de la palabra profética, incluido en la historia? Ahora la profecía de la: Eternidad de la Palabra de Dios, y la proclamación mundial del evangelio.
Qué afirmaciones totalmente insensatas las de aquel joven predicador callejero, a quien perseguían aquellos primitivos galileos prehistóricos. “Ese debe estar loco”, habrán murmurado los fariseos y escribas. Pero Jesús lo dijo completamente convencido: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (así lo leemos en Mateo 24:35), y profetizó también la proclamación mundial del evangelio (en Mateo 26:13). Hoy alguno que otro todavía se burla, pero con una inexcusable miopía: porque desde Nueva Zelanda, pasando por Siberia hasta Portugal, desde Tanger (en Marruecos) hasta Ciudad del Cabo (en Sudáfrica), y desde los esquimales hasta Tierra del Fuego, en todos partes de este mundo encontramos seguidores de Jesucristo, y hasta el día de hoy existen 2.426 idiomas a los cuales toda la Biblia, o el Nuevo Testamento, o algunas partes de la misma, han sido traducidas.
Todas estas profecías bíblicas cumplidas nos exhortan a estar despiertos, y nos retan a esperar completa y confiadamente los acontecimientos que se han anunciado y aún no han sucedido, y a prepararnos para ellos. Pensemos en las señales, especialmente en dirección al tiempo de la tribulación y la posterior aparición gloriosa del Rey de reyes, pero también en el rapto de la iglesia-la esposa de Jesucristo, y preparémonos para eso. ¡Los cristianos nacidos de nuevo ya sienten como una atmósfera de partida!
Analicemos ahora: La Profecía y el Espíritu Santo
Comencemos con: La venida del Espíritu Santo.
Jesús les prometió a sus discípulos la llegada y compañía del Espíritu Santo y los preparó para eso (esto lo podemos ver en Juan 16:7 al 15; y en Hechos 1:4 y 5). Lo recordamos especialmente en Pentecostés, la fecha del nacimiento de la Iglesia de Jesús. Ésta representa en todos lados los efectos visibles del actuar del Espíritu Santo, cuando los cristianos rescatados y reconciliados se reúnen. Después de tantas persecuciones, de distintas falsas doctrinas, de énfasis mal puestos y de una constante mundanalidad y enfriamiento, ¡esto es realmente un milagro! Como hijos de Dios, nosotros mismos vivimos una y otra vez su intervención alentadora y la realidad universal de la palabra de Jesús, cuando dijo que sobre la roca de la afirmación de Pedro (“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, Mateo 16:16), él construirá su iglesia (versículo 18).
Pero, hay un aspecto más que muchas veces es pasado por alto, y que leemos en Juan 16:12 y 13: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”. En el versículo 12, Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo. Muchos, sin embargo, pasan por alto la última parte de la promesa, donde él claramente menciona que el Espíritu de Dios, luego, también revelará “las cosas que han de venir” o las “cosas futuras”. Después de Pentecostés habrá, por lo tanto, declaraciones proféticas especiales, las que encontramos en las cartas de Pablo, Pedro, Judas y Juan (como revelación de Jesucristo). A continuación, veremos sólo un ejemplo de lo que el Espíritu Santo ha revelado después de Pentecostés:
El arrebatamiento.
Entre cristianos a veces hay discusiones con respecto a si la segunda venida de Jesús ocurrirá en una o en dos etapas. Esto también se podría definir como un síntoma de “analfabetismo” profético, el cual trae mucha confusión. En la primera carta a la iglesia de Corinto, la cual Pablo escribió aproximadamente 23 años después de Pentecostés, el apóstol deja saber a sus lectores que a él, por el Espíritu Santo, le fue revelado un mysterium (o misterio, según consta en 1 Corintios 15:51 y 52). Se trata de la venida del esposo celestial, para “traer de regreso” a su amada esposa. Ya que la iglesia, la esposa comprada por precio de sangre, también era un misterio, esta venida especial de Jesús no era conocida anteriormente. Es revelado y explicado aquí como un misterio. En conexión con 1 Tesalonicenses 4:13 al 18 es absolutamente comprensible, cuando en el versículo 17 aparece el concepto de “arrebatamiento”. ¿Cómo es posible que haya personas que realmente aseguran que el término “arrebatamiento” no aparece en la Biblia? En el Nuevo Testamento se revelan ocho misterios importantes en lo concerniente a la historia de la salvación.
La otra aparición gloriosa conocida del divino Mesías: “… con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre…” (ver Daniel 7:13-14), es evidente. Incontables veces Jesús se identificó con esta figura profética, el “Hijo del hombre”, dándose a sí mismo ese título. La última vez frente al sumo sacerdote (como leemos en Mateo 26:63 y 64), quien definitivamente tomó esta expresión como una blasfemia contra Dios (versículo 65), confirmando así el juicio divino sobre Israel. Veamos ahora la: Aplicación práctica
En Lucas 21:28 se nos pide que observemos atentamente los sucesos que ocurren a nuestro alrededor y en el mundo, y que los evaluemos a la luz de la Biblia: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.” Aunque muchas de las llamadas señales del fin y sus antesalas, las cuales anunció el Señor Jesús, son de naturaleza negativa, su cercanía nos debe hacer recordar los cumplimientos proféticos. Dios lo ha anunciado, él está sentado en el trono, su palabra es realidad, y en eso podemos confiar en todo sentido. Esto genera una gozosa certeza, que nos hace mirar agradecidos como dice Hebreos 12:2: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Algo parecido encontramos en Hebreos 10:25, donde somos llamados a “no (dejar) de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”
Adormecerse al volante de un auto puede tener consecuencias fatales. ¡Pero aquí se trata de la salvación o la perdición eternas! En vez de sólo alegrarnos de nuestra propia salvación como cristianos nacidos de nuevo, debería sacudirnos la profecía cumplida y las, cada vez más, continuas apariciones de la cuenta regresiva apocalíptica, como si se tratara de una adrenalina espiritual, para no dejarnos estar en nuestra conformidad, dormitando y apáticos. Debería impulsarnos a llevar a otras personas, con hechos y palabras, al camino a la salvación en Jesucristo, para que también ellos puedan tomarse de su mano horadada en la cruz del Gólgota, y sean sanados por sus heridas. El perdón de pecados solamente puede ocurrir por la sangre derramada del Cordero de Dios, por Jesucristo, quien era libre de pecado pero se hizo pecado por nosotros, y al cargarlos sobre Él, soportó voluntariamente la terrible muerte de cruz: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (así dice Isaías 53:5).
Dios nos quiere usar precisamente en estos últimos tiempos, antes del arrebatamiento, para que como dice Gálatas 6:10: “hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”, dando testimonio a las personas que aún están viviendo en sus pecados que Jesús vino a este mundo para “llamar a los pecadores” y no a los supuestos justos (Mateo 9:13). 1 Timoteo 2:4 nos dice que Dios quiere “que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. Por eso, Jesús nos llama, metafóricamente, en Lucas 14:23, de la siguiente manera: “Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa”.
Quien por razones de salud o de vejez ya no pueda salir, está llamado a apoyar la proclamación del evangelio, posiblemente con sus bienes, pero especialmente con la oración. La recompensa no faltará, ya que en 1 Corintios 2:9 dice: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.
TOMADO DE LLAMADA DE MEDIANOCHE
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jueves, 14 de octubre de 2010
miércoles, 13 de octubre de 2010
PROFECIA BIBLICA PARTE II
La profecía bíblica efectivamente es la prueba de que aquí –¡y sólo aquí!- estamos tratando con el Dios verdadero. Eso también tendrían que escribírselo en la frente nuestros científicos e intelectuales, tan marcados por el ateísmo. Incluso por medio de cálculos de probabilidad se puede probar ciertamente que el Dios de la Biblia, el Dios de Israel, existe y se ha revelado a Sí mismo en el tiempo y en el espacio.
Analicemos, entonces, ahora: La Profecía y Jesús
Siglos antes de que sucediera, los profetas de Dios anunciaron tanto el lugar, así como también el nacimiento virginal, y la manera de obrar de Jesús (con otros nombres):
Por ejemplo, acerca de Su Nacimiento:
¿Dónde? Leemos en Miqueas 5:2: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.
¿De quién? Lo encontramos en Isaías 7:14: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
¿Cómo y quién? Lo dice Isaías 9:6: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.
Después de que resucitó, el Señor Jesús le dio gran valor a que los discípulos reconocieran el cumplimiento de la profecía bíblica, así lo leemos en Lucas 24:44 al 46: “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día”.
Y vemos aquí, también, que no se trata de una fe ciega, casi mística, sino de una demostración lógica, sobre la base de las profecías del Antiguo Testamento.
Veamos ahora a: Jesús, el Profeta
En la conversación nocturna con Nicodemo, Jesús señala la lógica y la meta de los anuncios proféticos (lo que podemos ver en Juan 3:1 en adelante). Eso vale también para nosotros: por el cumplimiento de anuncios concretos que uno mismo puede observar o encontrar confirmados en la historia, somos guiados un paso más adelante. Debemos aprender a confiar que aún lo que ahora no se ve, la Palabra de Dios anunciada para el futuro, lo celestial, se cumplirá de igual forma. Pero eso es cosa de fe. Así dice en Juan 3:12: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?”
Jesucristo, el verbo hecho carne, el Hijo del Dios vivo (lo que se afirma en Juan 1:14, y en 1 Timoteo 3:16), demostró de distintas formas y muy claramente, que lo que él decía se cumplía al pie de la letra. Aquí tenemos algunos ejemplos: cuando los recaudadores de impuestos del templo preguntaron acerca de las dos dracmas que había que pagar, Jesús envió al pescador profesional, Pedro, con un anzuelo a la orilla, y le anunció que el primer pez que sacara tendría un estatero (moneda) en la boca, justamente la suma de dinero para pagar el impuesto de dos personas (esto lo leemos en Mateo 17:24 al 27). ¿Qué pensamientos pasarían por la cabeza de Pedro antes y después de esto?
En otro momento, cuando se acercaba el día de profundo contenido histórico, único en la historia de la salvación, el “día del Mesías”, y se necesitaba un asno junto con su pollino, Jesús les describió a dos de sus discípulos exactamente dónde lo encontrarían y cómo reaccionaría la gente ante el hecho de que alguien desatara los animales. Al mismo tiempo, se cumplió así una profecía mesiánica muy importante de hace aproximadamente 500 años, la de Zacarías 9:9 (vemos su cumplimiento en Mateo 21:1 al 5; y en Lucas 19:29 al 34).
Que Jesús era el profeta anunciado por Moisés (en Deuteronomio 18:15), lo confirmó una segunda vez en Mateo 26:31, cuando les dijo a sus discípulos: “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas” (profecía de Zacarías 13:7). Y cuando Pedro protestó a viva voz, y completamente seguro de sí mismo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (versículo 33), Jesús le bajó los humos con las palabras: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (versículo 34). Y a pesar de que Pedro le aseguró “… Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (versículo 35), se cumplió literalmente aquello que Jesús le había profetizado anteriormente (lo podemos ver en los versículos 69 al 75).
Promesas más allá de la muerte
Las afirmaciones que recién se cumplen después de la muerte, pueden ser muy peligrosas. ¿Por qué? Porque para aquellos que se dejan seducir por ellas, no hay marcha atrás. Mahoma, por ejemplo, les prometió a sus guerreros “santos” (los Dschihaddim o Shahuda), para incitarlos a la valentía y que dejaran el temor de lado, que después de su muerte llegarían al paraíso, donde 72 hermosas Huris (vírgenes) los estarían esperando. ¿Con qué fundamentó esta promesa? ¡Con nada!
O pensemos en los dos líderes de la secta Heavens-Gate, Marshall Applewhite y Bonnie Nettles, quienes en el año 1997, junto con otros 16 hombres y 21 mujeres en el estado americano de California, practicaron el suicidio colectivo. Por ese medio sus almas podrían subir a una nave intergaláctica que viajaba en la cola del cometa Hale-Bopp, el cual supuestamente transportaba a Jesús. ¡No eran más que mentiras y engaños!
Pero, las palabras y afirmaciones de Jesús se cumplirán al cien por ciento, porque son eternas (Marcos 13:31), y además son espíritu y vida (Juan 6:63). Observemos algunas de ellas. Jesús ha prometido:
“Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5:21). “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
“De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:25 y 26).
Para darle peso a estas promesas y demostrar que él es capaz de dar vida aún más allá de la tumba, Jesús se paró frente a la tumba de Lázaro, fallecido cuatro días antes (lo leemos en Juan 11:39), y le ordenó con voz potente: “¡Lázaro, ven fuera!” (versículo 43). Inmediatamente ocurrió lo que dice el vs. 44: “Y el que había muerto salió…” Esta resurrección fue confirmada incluso por los oponentes de Jesús, quienes después no sólo querían matar a Jesús, sino también a Lázaro (como se relata en Juan 12:1 y 2, y 9 al 11).
Pero esa no fue la única vez que Jesús demostró su poder más allá de la muerte. En Marcos 5:41, podemos ver al Hijo de Dios, tomando la mano de la hija muerta de uno de los principales de la sinagoga, Jairo, y diciéndole: “Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate”. ¿Y qué sucedió? Vs. 42: “Y luego la niña se levantó y andaba”.
Una tercera vez Jesús dio testimonio de su poder sobre la muerte, en Naín. Junto con muchos discípulos y una gran multitud (= muchos testigos oculares) el Hijo de Dios se acercaba a la puerta de la ciudad, en el momento preciso en que salía un cortejo fúnebre. El fallecido era un joven. Su madre, una viuda, cuyo único hijo era el ahora fallecido, caminaba llorando detrás del muerto. Jesús observó toda la tragedia, consoló a la viuda afligida diciéndole: “¡No llores!” (Lucas 7:12), tocó el féretro sobre la cual estaba el muerto y dijo: “Joven, a ti te digo, levántate” (versículos 13 y 14). Inmediatamente el cuerpo comenzó a moverse, lo leemos en el vers. 15: “Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar”. La reacción, mencionada en los vers. 16 y 17, fue increíble: “Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor”. Esto era la: Profecía cumplida, como prueba de la credibilidad y el poder de Jesús
En el evangelio de Juan, el Señor Jesús subraya dos veces la credibilidad de sus palabras y sus hechos, con profecías que realmente se cumplieron, que pudieron presenciarse y observarse: En el cap. 13:19: “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy”. Y en el cap. 14, vs. 29: “… ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis”.
Analicemos, entonces, ahora: La Profecía y Jesús
Siglos antes de que sucediera, los profetas de Dios anunciaron tanto el lugar, así como también el nacimiento virginal, y la manera de obrar de Jesús (con otros nombres):
Por ejemplo, acerca de Su Nacimiento:
¿Dónde? Leemos en Miqueas 5:2: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.
¿De quién? Lo encontramos en Isaías 7:14: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
¿Cómo y quién? Lo dice Isaías 9:6: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.
Después de que resucitó, el Señor Jesús le dio gran valor a que los discípulos reconocieran el cumplimiento de la profecía bíblica, así lo leemos en Lucas 24:44 al 46: “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día”.
Y vemos aquí, también, que no se trata de una fe ciega, casi mística, sino de una demostración lógica, sobre la base de las profecías del Antiguo Testamento.
Veamos ahora a: Jesús, el Profeta
En la conversación nocturna con Nicodemo, Jesús señala la lógica y la meta de los anuncios proféticos (lo que podemos ver en Juan 3:1 en adelante). Eso vale también para nosotros: por el cumplimiento de anuncios concretos que uno mismo puede observar o encontrar confirmados en la historia, somos guiados un paso más adelante. Debemos aprender a confiar que aún lo que ahora no se ve, la Palabra de Dios anunciada para el futuro, lo celestial, se cumplirá de igual forma. Pero eso es cosa de fe. Así dice en Juan 3:12: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?”
Jesucristo, el verbo hecho carne, el Hijo del Dios vivo (lo que se afirma en Juan 1:14, y en 1 Timoteo 3:16), demostró de distintas formas y muy claramente, que lo que él decía se cumplía al pie de la letra. Aquí tenemos algunos ejemplos: cuando los recaudadores de impuestos del templo preguntaron acerca de las dos dracmas que había que pagar, Jesús envió al pescador profesional, Pedro, con un anzuelo a la orilla, y le anunció que el primer pez que sacara tendría un estatero (moneda) en la boca, justamente la suma de dinero para pagar el impuesto de dos personas (esto lo leemos en Mateo 17:24 al 27). ¿Qué pensamientos pasarían por la cabeza de Pedro antes y después de esto?
En otro momento, cuando se acercaba el día de profundo contenido histórico, único en la historia de la salvación, el “día del Mesías”, y se necesitaba un asno junto con su pollino, Jesús les describió a dos de sus discípulos exactamente dónde lo encontrarían y cómo reaccionaría la gente ante el hecho de que alguien desatara los animales. Al mismo tiempo, se cumplió así una profecía mesiánica muy importante de hace aproximadamente 500 años, la de Zacarías 9:9 (vemos su cumplimiento en Mateo 21:1 al 5; y en Lucas 19:29 al 34).
Que Jesús era el profeta anunciado por Moisés (en Deuteronomio 18:15), lo confirmó una segunda vez en Mateo 26:31, cuando les dijo a sus discípulos: “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas” (profecía de Zacarías 13:7). Y cuando Pedro protestó a viva voz, y completamente seguro de sí mismo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (versículo 33), Jesús le bajó los humos con las palabras: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (versículo 34). Y a pesar de que Pedro le aseguró “… Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (versículo 35), se cumplió literalmente aquello que Jesús le había profetizado anteriormente (lo podemos ver en los versículos 69 al 75).
Promesas más allá de la muerte
Las afirmaciones que recién se cumplen después de la muerte, pueden ser muy peligrosas. ¿Por qué? Porque para aquellos que se dejan seducir por ellas, no hay marcha atrás. Mahoma, por ejemplo, les prometió a sus guerreros “santos” (los Dschihaddim o Shahuda), para incitarlos a la valentía y que dejaran el temor de lado, que después de su muerte llegarían al paraíso, donde 72 hermosas Huris (vírgenes) los estarían esperando. ¿Con qué fundamentó esta promesa? ¡Con nada!
O pensemos en los dos líderes de la secta Heavens-Gate, Marshall Applewhite y Bonnie Nettles, quienes en el año 1997, junto con otros 16 hombres y 21 mujeres en el estado americano de California, practicaron el suicidio colectivo. Por ese medio sus almas podrían subir a una nave intergaláctica que viajaba en la cola del cometa Hale-Bopp, el cual supuestamente transportaba a Jesús. ¡No eran más que mentiras y engaños!
Pero, las palabras y afirmaciones de Jesús se cumplirán al cien por ciento, porque son eternas (Marcos 13:31), y además son espíritu y vida (Juan 6:63). Observemos algunas de ellas. Jesús ha prometido:
“Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5:21). “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
“De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:25 y 26).
Para darle peso a estas promesas y demostrar que él es capaz de dar vida aún más allá de la tumba, Jesús se paró frente a la tumba de Lázaro, fallecido cuatro días antes (lo leemos en Juan 11:39), y le ordenó con voz potente: “¡Lázaro, ven fuera!” (versículo 43). Inmediatamente ocurrió lo que dice el vs. 44: “Y el que había muerto salió…” Esta resurrección fue confirmada incluso por los oponentes de Jesús, quienes después no sólo querían matar a Jesús, sino también a Lázaro (como se relata en Juan 12:1 y 2, y 9 al 11).
Pero esa no fue la única vez que Jesús demostró su poder más allá de la muerte. En Marcos 5:41, podemos ver al Hijo de Dios, tomando la mano de la hija muerta de uno de los principales de la sinagoga, Jairo, y diciéndole: “Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate”. ¿Y qué sucedió? Vs. 42: “Y luego la niña se levantó y andaba”.
Una tercera vez Jesús dio testimonio de su poder sobre la muerte, en Naín. Junto con muchos discípulos y una gran multitud (= muchos testigos oculares) el Hijo de Dios se acercaba a la puerta de la ciudad, en el momento preciso en que salía un cortejo fúnebre. El fallecido era un joven. Su madre, una viuda, cuyo único hijo era el ahora fallecido, caminaba llorando detrás del muerto. Jesús observó toda la tragedia, consoló a la viuda afligida diciéndole: “¡No llores!” (Lucas 7:12), tocó el féretro sobre la cual estaba el muerto y dijo: “Joven, a ti te digo, levántate” (versículos 13 y 14). Inmediatamente el cuerpo comenzó a moverse, lo leemos en el vers. 15: “Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar”. La reacción, mencionada en los vers. 16 y 17, fue increíble: “Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor”. Esto era la: Profecía cumplida, como prueba de la credibilidad y el poder de Jesús
En el evangelio de Juan, el Señor Jesús subraya dos veces la credibilidad de sus palabras y sus hechos, con profecías que realmente se cumplieron, que pudieron presenciarse y observarse: En el cap. 13:19: “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy”. Y en el cap. 14, vs. 29: “… ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis”.
martes, 12 de octubre de 2010
La profecía bíblica – una prueba de Dios.
SALUDOS me parecio interesante este punto de vista de este autor sobre profecia biblica, espreo que les interese como a mi.
Autor: Reinhold Federolf
El estudio de la profecía bíblica procura transformarnos en cristianos más calificados, capaces y activos, que tengan a Jesús como centro, vivan y actúen de esa forma. Dichos cristianos están convencidos de que Dios siempre cumple sus promesas y tiene la última palabra en la historia del mundo y de la salvación.
La profecía bíblica – una prueba de Dios.
Como ya se dijo en la introducción, el estudio de la profecía bíblica procura transformarnos en cristianos más calificados, capaces y activos, que tengan a Jesús como centro, vivan y actúen de esa forma. Dichos cristianos están convencidos de que Dios siempre cumple sus promesas y tiene la última palabra en la historia del mundo y de la salvación.
La profecía bíblica no sirve para complacer la simple curiosidad, ni para jugar con locas especulaciones, ni para confirmar “revelaciones” privadas especiales. Más bien nos quiere convertir en hacedores de la Palabra de Dios, con Jesús en el centro, para que vivamos y actuemos de esa forma. El Señor mismo nos exhorta a analizar nuestro tiempo a la luz de la profecía bíblica. Veamos la profecía en la actualidad: las señales del tiempo
Cuando los fariseos y saduceos tentaron al Señor Jesús, pidiéndole señales del cielo, él les respondió con las palabras de Mateo 16:2 y 3: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!”.
Las personas religiosas, en aquel entonces, no se dieron cuenta de que la mayor señal de todos los tiempos estaba parada frente a ellos, en carne y sangre: el Salvador prometido. ¿Y qué pasa con nosotros, en cuanto a los sucesos del fin del mundo? ¿Estamos igualmente ciegos como aquella alta sociedad religiosa?
La profecía bíblica – es la prueba de Dios
Muchas veces no sabemos a ciencia cierta quién era en realidad un profeta “auténticamente bíblico”, confirmado por Dios. Analicemos este asunto. En 1 Samuel 9:3 al 5, se relata que Cis, el padre de Saúl, había enviado a su hijo, con uno de sus siervos, para buscar unas asnas que se habían perdido. Pero a pesar de todo su esfuerzo, no encontraron los animales. Saúl ya había decidido volver con su padre, cuando su siervo tuvo una idea brillante, y le dijo estas palabras que encontramos en el versículo 6: “He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre insigne; todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino”. Así que se pusieron en marcha y encontraron al profeta Samuel. Luego, éste ungió a Saúl como rey de Israel y le profetizó los acontecimientos que sucedieron a continuación. Lo leemos en 1 Samuel 10:1 al 9:
“Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel? Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en Selsa, los cuales te dirán: Las asnas que habías ido a buscar se han hallado; tu padre ha dejado ya de inquietarse por las asnas, y está afligido por vosotros, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo? Y luego que de allí sigas más adelante, y llegues a la encina de Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a Dios en Bet-el, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan, y el tercero una vasija de vino; los cuales, luego que te hayan saludado, te darán dos panes, los que tomarás de mano de ellos. Después de esto llegarás al collado de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y cuando entres allá en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando. Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo. Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer. Aconteció luego, que al volver él la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día”.
Por medio de la boca de su profeta Samuel, Dios mencionó lugares muy precisos donde Saúl encontraría personas que dirían esto o aquello, llevarían ciertas cosas y se comportarían de una u otra forma. Por el cumplimiento exacto de todos estos anuncios se llegó a la sólida y certera comprobación de que era el todopoderoso quien estaba actuando, el cual también está sobre los misterios del tiempo: el Dios eterno.
Por esta misma razón, el Dios de Israel también retó a los otros dioses a los cuales Israel adoraba, a profetizar algo y encargarse también de su pronto cumplimiento. En Isaías 41:21 al 24 leemos: “Alegad por vuestra causa, dice Jehová; presentad vuestras pruebas, dice el Rey de Jacob. Traigan, anúnciennos lo que ha de venir; dígannos lo que ha pasado desde el principio, y pondremos nuestro corazón en ello; sepamos también su postrimería, y hacednos entender lo que ha de venir. Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses; o a lo menos haced bien, o mal, para que tengamos qué contar, y juntamente nos maravillemos. He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió”. No se trata sólo de señales y milagros, sino de la demostración, del anuncio y la llegada de sucesos bien concretos.
Roger Liebi escribe en la contratapa de su libro “El Salvador prometido”:
“Al leer el Antiguo Testamento a uno le da la profunda impresión del anhelo y el deseo de la llegada de un Salvador, el Mesías, quien eliminaría el problema raíz de la humanidad e introduciría una justicia eterna. Este anunciado Mesías es descrito en las escrituras del Antiguo Testamento hasta el más mínimo detalle.
Se trata de más de 330 profecías increíblemente exactas y totalmente diferenciadas. En este libro se demostrará con pruebas históricamente correctas, que estas profecías se cumplieron literalmente en el histórico Jesús de Nazaret.
El Nuevo Testamento muestra que por medio de la profecía mesiánica puede ser “demostrado” (en el sentido más literal de esta palabra) que Jesús de Nazaret es el Mesías profetizado.
¡No se puede resaltar lo suficiente que ninguna religión, aparte del cristianismo bíblico, conoce este tipo de demostración!”
La profecía bíblica efectivamente es la prueba de que aquí –¡y sólo aquí!- estamos tratando con el Dios verdadero. Eso también tendrían que escribírselo en la frente nuestros científicos e intelectuales, tan marcados por el ateísmo. Incluso por medio de cálculos de probabilidad se puede probar ciertamente que el Dios de la Biblia, el Dios de Israel, existe y se ha revelado a Sí mismo en el tiempo y en el espacio.
Autor: Reinhold Federolf
El estudio de la profecía bíblica procura transformarnos en cristianos más calificados, capaces y activos, que tengan a Jesús como centro, vivan y actúen de esa forma. Dichos cristianos están convencidos de que Dios siempre cumple sus promesas y tiene la última palabra en la historia del mundo y de la salvación.
La profecía bíblica – una prueba de Dios.
Como ya se dijo en la introducción, el estudio de la profecía bíblica procura transformarnos en cristianos más calificados, capaces y activos, que tengan a Jesús como centro, vivan y actúen de esa forma. Dichos cristianos están convencidos de que Dios siempre cumple sus promesas y tiene la última palabra en la historia del mundo y de la salvación.
La profecía bíblica no sirve para complacer la simple curiosidad, ni para jugar con locas especulaciones, ni para confirmar “revelaciones” privadas especiales. Más bien nos quiere convertir en hacedores de la Palabra de Dios, con Jesús en el centro, para que vivamos y actuemos de esa forma. El Señor mismo nos exhorta a analizar nuestro tiempo a la luz de la profecía bíblica. Veamos la profecía en la actualidad: las señales del tiempo
Cuando los fariseos y saduceos tentaron al Señor Jesús, pidiéndole señales del cielo, él les respondió con las palabras de Mateo 16:2 y 3: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!”.
Las personas religiosas, en aquel entonces, no se dieron cuenta de que la mayor señal de todos los tiempos estaba parada frente a ellos, en carne y sangre: el Salvador prometido. ¿Y qué pasa con nosotros, en cuanto a los sucesos del fin del mundo? ¿Estamos igualmente ciegos como aquella alta sociedad religiosa?
La profecía bíblica – es la prueba de Dios
Muchas veces no sabemos a ciencia cierta quién era en realidad un profeta “auténticamente bíblico”, confirmado por Dios. Analicemos este asunto. En 1 Samuel 9:3 al 5, se relata que Cis, el padre de Saúl, había enviado a su hijo, con uno de sus siervos, para buscar unas asnas que se habían perdido. Pero a pesar de todo su esfuerzo, no encontraron los animales. Saúl ya había decidido volver con su padre, cuando su siervo tuvo una idea brillante, y le dijo estas palabras que encontramos en el versículo 6: “He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre insigne; todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino”. Así que se pusieron en marcha y encontraron al profeta Samuel. Luego, éste ungió a Saúl como rey de Israel y le profetizó los acontecimientos que sucedieron a continuación. Lo leemos en 1 Samuel 10:1 al 9:
“Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel? Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en Selsa, los cuales te dirán: Las asnas que habías ido a buscar se han hallado; tu padre ha dejado ya de inquietarse por las asnas, y está afligido por vosotros, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo? Y luego que de allí sigas más adelante, y llegues a la encina de Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a Dios en Bet-el, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan, y el tercero una vasija de vino; los cuales, luego que te hayan saludado, te darán dos panes, los que tomarás de mano de ellos. Después de esto llegarás al collado de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y cuando entres allá en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando. Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo. Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer. Aconteció luego, que al volver él la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día”.
Por medio de la boca de su profeta Samuel, Dios mencionó lugares muy precisos donde Saúl encontraría personas que dirían esto o aquello, llevarían ciertas cosas y se comportarían de una u otra forma. Por el cumplimiento exacto de todos estos anuncios se llegó a la sólida y certera comprobación de que era el todopoderoso quien estaba actuando, el cual también está sobre los misterios del tiempo: el Dios eterno.
Por esta misma razón, el Dios de Israel también retó a los otros dioses a los cuales Israel adoraba, a profetizar algo y encargarse también de su pronto cumplimiento. En Isaías 41:21 al 24 leemos: “Alegad por vuestra causa, dice Jehová; presentad vuestras pruebas, dice el Rey de Jacob. Traigan, anúnciennos lo que ha de venir; dígannos lo que ha pasado desde el principio, y pondremos nuestro corazón en ello; sepamos también su postrimería, y hacednos entender lo que ha de venir. Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses; o a lo menos haced bien, o mal, para que tengamos qué contar, y juntamente nos maravillemos. He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió”. No se trata sólo de señales y milagros, sino de la demostración, del anuncio y la llegada de sucesos bien concretos.
Roger Liebi escribe en la contratapa de su libro “El Salvador prometido”:
“Al leer el Antiguo Testamento a uno le da la profunda impresión del anhelo y el deseo de la llegada de un Salvador, el Mesías, quien eliminaría el problema raíz de la humanidad e introduciría una justicia eterna. Este anunciado Mesías es descrito en las escrituras del Antiguo Testamento hasta el más mínimo detalle.
Se trata de más de 330 profecías increíblemente exactas y totalmente diferenciadas. En este libro se demostrará con pruebas históricamente correctas, que estas profecías se cumplieron literalmente en el histórico Jesús de Nazaret.
El Nuevo Testamento muestra que por medio de la profecía mesiánica puede ser “demostrado” (en el sentido más literal de esta palabra) que Jesús de Nazaret es el Mesías profetizado.
¡No se puede resaltar lo suficiente que ninguna religión, aparte del cristianismo bíblico, conoce este tipo de demostración!”
La profecía bíblica efectivamente es la prueba de que aquí –¡y sólo aquí!- estamos tratando con el Dios verdadero. Eso también tendrían que escribírselo en la frente nuestros científicos e intelectuales, tan marcados por el ateísmo. Incluso por medio de cálculos de probabilidad se puede probar ciertamente que el Dios de la Biblia, el Dios de Israel, existe y se ha revelado a Sí mismo en el tiempo y en el espacio.